El trabajo pertenece a la condición originaria del hombre desde la creación, el momento en que Dios le ordena trabajar la tierra es anterior al pecado original (cf. Gn.2, 5-6), con esto podemos entender que el trabajo es mandato, pero no es un castigo o una maldición, más bien está orientado a la participación del ser humano en la actividad creadora de Dios.
El mismo Jesús nos enseña a apreciar el valor del trabajo, naciendo en una familia en donde se vive del fruto del trabajo.
"Con la oblación de su trabajo a Dios, los hombres se asocian a la propia obra redentora de Jesucristo, quien dio al trabajo una dignidad sobre eminente laborando con sus propias manos en Nazaret." (Gaudium et spes 67)
Jesús no sólo trabaja, condena el comportamiento del siervo perezoso.
El llamado "Evangelio del trabajo", nos manifiesta cómo el fundamento para determinar el valor del trabajo humano, no es el tipo de trabajo que se realiza, sino el hecho de que quién lo lleva a cabo es una persona
La doctrina social de la Iglesia nos señala que el trabajo tiene dos dimensiones a considerar:
- El sentido objetivo es variable y se refiere a las diversas actividades humanas.
- El sentido subjetivo es estable y no depende del tipo de actividad que el hombre realiza, sino de su dignidad de persona.
Por eso cualquier sociedad que intente reducir al trabajador a un mero instrumento de producción, a un valor exclusivamente material, acabaría por desvirtuar la esencia del trabajo privándolo de su finalidad humana.
La persona es la medida de la dignidad del trabajo.
Referencias
-Juan Luis Cipriani Thorne. (1989). Catecismo de la Doctrina Social. Madrid: Ediciones Palabra.
-Pontificio Consejo de justicia y paz (2005), Compendio de la Doctrina social de la Iglesia. Julio 2021, Vaticano sitio web https://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_councils/justpeace/documents/rc_pc_justpeace_doc_20060526_compendio-dott-soc_sp.html
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